jueves, 30 de mayo de 2013

Capítulo 13 - El cerebro, una estación receptora y emisora para el pensamiento

El cerebro recibe y transmita pensamientos. Cuando las vibraciones de los pensamientos se intensifican, el cerebro es más receptivo a las vibraciones de pensamientos transmitidos por otros cerebros y otras fuentes.

La imaginación creativa es el «aparato receptor» del cerebro que recibe los pensamientos emitidos por los cerebros de los demás. Funciona como la agencia de comunicación entre la mente consciente o razo­nadora de la persona y las cuatro fuentes de las que uno puede recibir estímulos de pensamiento. La emoción del sexo encabeza la lista de las emo­ciones humanas, al menos en cuanto a su intensidad y fuerza impulsora se refiere. El cerebro que ha sido estimulado por la emoción del sexo funciona a mucha más velocidad que cuando esa emoción está inactiva o ausente. El resultado de la transmutación del sexo es el aumento del pensamiento hasta un nivel tan eleva­do que la imaginación creativa es altamente receptiva a las ideas. El subconsciente es la «estación emisora» del ce­rebro a través del cual se emiten vibraciones de pen­samiento. La imaginación creativa es el «aparato receptor» a través del cual se captan las energías del pensamiento. El manejo de su estación «radiodifusora» mental es un procedimiento relativamente sencillo. Sólo ha de tener en cuenta tres principios, que debe aplicar cada vez que desee utilizar su estación radiodifuso­ra: el subconsciente, la imaginación creativa y la autosugestión. Ya hemos descrito los estímulos por medio de los cuales se ponen en acción estos tres principios. Y debe recordar que el procedimiento empieza con el deseo. A veces, los hombres hablan con ligereza de lo intangible, de las cosas que no pueden percibir a través de ninguno de sus cinco sentidos, y cuando los oímos hablar, debemos recordar que todos noso­tros nos hallamos controlados por fuerzas que son in­visibles e intangibles.
El hombre no posee la capacidad necesaria para com­prender la fuerza intangible de la gravedad, que man­tiene a este pequeño planeta suspendido en el espa­cio, e impide que el hombre se caiga de él, y mucho menos comprende el poder que esa fuerza controla. Tampoco comprende la fuerza intangible (y la inteligencia) existente en el suelo de la tierra, la fuerza que le pro­porcionan los alimentos que ingiere, la ropa que se pone, el dinero que lleva en los bolsillos. En último término, aunque no sea lo menos im­portante, el hombre, a pesar de su cultura y de su educación, comprende muy poco, o nada, acerca de la fuerza intangible del pensamiento (la mayor de to­das las intangibles). La escalera del éxito nunca está abarrotada en lo más alto.

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