jueves, 30 de mayo de 2013

Capítulo 11 - La Transmutación sexual

La energía sexual que reside en cualquier persona tiene más usos que solo el placer y la reproducción. Esta energía también no da la motivación para triunfar. También nos da el magnetismo y entusiasmo que va con nuestra personalidad. Nos agita, nos mueve y nos estimula la mente. Tener mucha de esta energía es una bendición si lo aplicas a otras cosas que el sexo. Observa lo que le pasa a un torro si le castras, se vuelve tan tranquilo como una vaca.

El significado de la palabra «transmutar» es, en lenguaje sencillo, «el cambio, o transferencia, de un elemento, o forma de energía, en otro». La emoción del sexo tiene en el fondo de sí mis­ma la posibilidad de tres potencialidades constructi­vas, que son: 1. La perpetuación de la humanidad. 2. El mantenimiento de la salud (no tiene pa­rangón como agente terapéutico). 3. La transformación de la mediocridad en genio a través de la transmutación. El deseo sexual es el más poderoso de los deseos humanos. La transmutación de la energía sexual exige el ejer­cicio de la fuerza de voluntad, pero vale la pena hacer el esfuerzo a cambio de la recompensa. Si se controla el agua de un río durante un tiem­po, es posible construir una presa; pero, en último término, el río buscará una salida. Lo mismo puede decirse de la emoción del sexo. Puede quedar su­mergida y ser controlada durante un tiempo, pero su propia naturaleza hace que ande siempre a la bús­queda de medios de expresión. Si no se transforma en algún otro esfuerzo creativo, encontrará una vía de salida mucho menos valiosa. La emoción del sexo es una «fuerza irresistible» contra la cual no puede haber una oposición como la de un «cuerpo inamovible». Cuando se ven im­pulsados por esta emoción, los hombres se hallan dotados de un superpoder para la acción. Una vez usted haya comprendido esta verdad, habrá captado el significado de la afirmación según la cual la trans­mutación sexual contiene el secreto de la habilidad creativa. Napoleón no fue el único hombre en descubrir que la influencia sexual, procedente de una fuente correcta, es mucho más poderosa que cualquier sustituto de la eficacia que pueda crearse sólo por la razón. ¡La mente humana responde al estímulo! La sexualidad es la energía creativa de todos los genios. Nunca ha existido, ni existirá, un gran líder, constructor o artista al que le falte esa fuerza impulso­ra del sexo. Espero que nadie malinterprete estas afirmacio­nes en el sentido de que todos los que poseen una elevada naturaleza sexual son genios. El hombre alcanza sólo el estatus de genio cuando estimula su mente de tal forma que puede usar las fuerzas disponibles a través de la facultad creativa de la imagina­ción. La energía sexual es el principal de los estímu­los capaz de producir este «ascenso». La simple pose­sión de esa energía no basta para producir un genio. La energía tiene que ser transmutada de un deseo de contacto físico en alguna otra forma de deseo y ac­ción, antes de que le eleve a uno al estatus de genio. Lejos de convertirse en genios gracias a unos grandes deseos sexuales, la mayoría de los hombres se degradan a sí mismos con una mala interpretación y utilización de esa gran fuerza, hasta alcanzar el es­tatus de animales inferiores. El deseo de expresión sexual es, con gran dife­rencia, el más fuerte e impulsor de todas las emocio­nes humanas, y, por esa misma razón, cuando ese deseo se controla y se transmuta en acción en lugar de en expresión física, puede elevarle a uno hacia la consecución de grandes logros. Esta fuerza vital puede ser utilizada, a tra­vés del cultivo y la comprensión de la misma, como un elemento de gran ventaja en las relaciones entre las personas. Es posible comunicar esa energía a los demás a través de los siguientes medios: 1. El apretón de manos. El contacto de la mano indica al instante la presencia de magnetis­mo, o la falta del mismo. 2. El tono de voz. El magnetismo, o la ener­gía sexual, es el factor capaz de colorear la voz, o hacerla musical y encantadora. 3. Postura y porte del cuerpo. Las personas de elevada naturaleza sexual se mueven con ener­gía, gracia y facilidad. 4. Las vibraciones de pensamiento. Las perso­nas de elevada naturaleza sexual mezclan la emo­ción del sexo con sus pensamientos, o pueden hacerlo así a voluntad, y, de ese modo, influyen sobre quienes les rodean. 5. Adorno del cuerpo. Las personas de eleva­da naturaleza sexual suelen ser muy cuidadosas en cuanto a su apariencia física. Suelen seleccionar ropa de un estilo conveniente para su perso­nalidad, figura, complexión, etc. El vendedor que sabe cómo apartar su mente del tema del sexo y dirigirla hacia el esfuerzo de venta con el mismo entusiasmo y determinación con que la aplicaría a su propósito original, ha adquirido el arte de la transmutación del sexo, tanto si lo sabe como si no. La transmutación de la energía sexual exige más fuerza de voluntad de la que la persona ordi­naria dispone para este propósito. Aquellos a quienes les resulta difícil reunir la fuerza de voluntad suficiente para la transmutación, pueden adquirir esta habilidad gradualmente. Aunque eso requie­re fuerza de voluntad, la recompensa que se obtie­ne con esta práctica hace que el esfuerzo valga la pena.
El sexo, por sí solo, es un poderoso estímulo para la acción, pero sus fuerzas son como las de un ciclón, y a menudo resultan incontrolables. Cuando la emo­ción del amor empieza a mezclarse con la emoción del sexo, el resultado es la calma de propósito, la adopción de la postura, la exactitud del juicio, y el equilibrio. El hombre que no pueda ser esti­mulado para alcanzar grandes alturas de logros por medio del amor no tiene esperanza alguna, está como muerto, aunque pueda parecer vivo. El amor es caprichoso y temperamental. Llega cuando quie­re, y se va sin la menor advertencia. Acéptelo y dis­frute de él mientras permanezca; pero no malgaste su tiempo preocupándose por su desaparición, por­que así nunca conseguirá que regrese. En el amor no debería existir desilusión alguna, y no la hay si la gente comprende la diferencia entre las emociones del amor y las del sexo. La gran dife­rencia radica en que el amor es espiritual, mientras que el sexo es biológico. Ninguna experiencia que afecte al corazón humano con una fuerza espiritual puede ser nociva, excepto como consecuencia de la ignorancia o de los celos. El amor es una emoción con colores, sombras y caras numerosos. Pero la más intensa y ardiente de todas las clases de amor es la que se experimenta cuando se mezclan las emociones del amor y del sexo. El amor, por sí solo, no proporcionará felicidad en el matrimonio, como tampoco el sexo, por sí solo, lo hará. Cuando estas dos hermosas emociones se mezclan, el matrimo­nio puede producir un estado mental cercano al espi­ritual que se llega a conocer en este plano terrenal. Cuando a las emociones del amor y el sexo se les añade la del romanticismo, se eliminan los obstácu­los que se interponen entre la mente finita del hom­bre y la Inteligencia Infinita. ¡Entonces, un genio ha nacido! La mayor fuerza motivadora del hombre es su de­seo de agradar a la mujer! Ese deseo, inherente del hombre, por agradar a la mujer es lo que proporciona a ésta el poder de elevar o de hundir a un hombre.

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